Doña Margarita y su Milpa Chiquita

20 de agosto, 2017, Jardín Mixteco, Linda Vista, CA. Margarita, del Jardín Mixteco.

Recuerdo mirar esas plantas de maíz en el fondo del jardín y decirles:

"Ay, las he estado cuidando por meses, regándolas, viéndolas crecer tan altas, ¡y todavía sin flores! Hasta vengo desde Chula Vista solo por ustedes—¿cómo puede ser que no me den ni una florecita?"

Así les hablo. Y sí me escuchan, porque unos días después vi que por fin les salieron las flores (los jilotitos del maíz), moviéndose tan bonitas con la brisa. Yo creo que las plantas escuchan cuando uno les habla con cariño.

Luego miro junto a la cerca, y ahí está mi milpita chiquita, “mi chiquita” le digo yo. Alguien la había tirado al suelo, pobrecita. Yo la levanté, la replanté, la cuidé. Y ahora está fuerte, tan hermosa, que me da mucha alegría. Le digo: “¿Ves? Sí pudiste. Estás creciendo otra vez.”

Así siento al jardín, como familia. Yo les hablo a todos: al maíz, a los frijoles, a la calabaza. Mientras Julieta y otros cargan los costales de tierra, yo tomo un poco y cubro las raíces, para que sigan fuertes. A veces hablo en mixteco, a veces en español, a veces en un poquito de inglés. Como sea que salga, las plantas siempre entienden.

Llegué a este país hace 29 años, desde San Juan Mixtepec, en Oaxaca. Desde entonces he vivido en varios lugares de California: en Bakersfield, trabajando en las uvas, en las naranjas, sembrando maíz. Después crié a mis hijos en Linda Vista, pero las rentas se pusieron muy altas. Ahora vivo en Chula Vista, pero sigo viniendo dos o tres veces a la semana. Voy al doctor, hago mis mandados, y siempre paso al jardín. Aquí me siento en paz. Me gusta darle vida a este lugar.

Cuando era niña, en mi pueblo en Oaxaca, cada año mis hermanos y yo sembrábamos la milpa—maíz, frijol, calabaza, camote, jitomates, tomates, chiles, quelites, todo junto. La milpa es mágica porque cada planta cuida de la otra. El maíz las sostiene altas, el frijol da nutrientes a la tierra, la calabaza cubre el suelo para que no salgan hierbas malas. Así la tierra se mantiene sana y la comida crece bonita. De una sola milpa se podía comer tortillas, frijoles, salsas, flores de calabaza y tantas cosas más para que viva una familia todo el año.

Aquí, con tanta agricultura industrial, muchos han olvidado esos saberes antiguos. Pero nosotros no. Nosotros mantenemos viva esa sabiduría en nuestro jardín aquí en Linda Vista. Este jardín es nuestro—es de la comunidad. Es un espacio para compartir alimentos, para reconectarnos con la tierra y entre nosotros, para recordar que las plantas no conocen fronteras.

Algunos estudiantes nos apoyaron al principio, ayudando con sus manos a cargar tierra junto a nosotros, y poco a poco, la gente de la comunidad empezó a acercarse: unos riegan, otros limpian, otros simplemente vienen a sentarse en silencio y encontrar paz aquí. Eso me da mucha felicidad, porque un jardín no es sólo para dar comida—también sana.

Cuando levanto la mirada y veo las milpas así de altas, me siento orgullosa. Les digo: “¿Ven? Les dije que me escucharan, ¡y me hicieron caso!” Y antes de irme, siempre me aseguro de regar todas las plantas, para que estén bonitas.